Ya llega la tormenta, con sus nubes de color azabache. Sopla el viento levantando un tumulto de hojas ocres, arremolinando se al pie de un semáforo destartalado.
Los coches caminan lentos, entorpeciéndose el paso los unos a los otros, sus conductores con mirada ausente, divagan mientras repasan lentamente sus quehaceres diarios.
El día es triste y oscuro, la gente se golpea con sus paraguas abiertos, como una procesión de zombis que avanzan interminablemente.
Cae la lluvia con fuerza, golpeando y rebotando en todos lados. Veo pájaros refugiados en el alero de un tejado, esperando a que despeje.
Hay un mendigo caminando entre la gente, calado hasta los huesos, sus pasos se hacen eternos, mientras se transporta entre autómatas.
Nadie repara en él, se apago el día que durmió en la calle, tiempo perdido de una vida que se apaga.
Un relámpago recorre el cielo, iluminando la calle, como si de un flash se tratase, inmortalizando el momento más dramático.
Arrecia la lluvia ahora, con mas fuerza, oigo un perro ladrando que se enfrenta al cielo con sus ladridos.
Un coche cruza la avenida atravesando un pequeño lago formado por el agua que se acumula. La gente comienza a correr tratando de escapar al vendaval que quiebra sus apéndices multicolores.
Se escucha el crepitar de los tejados, miles de gotas forman una melodía sinuosa, que atormenta mis oídos.
Golpea el poderoso trueno, haciéndonos miserablemente pequeños, arrancándonos nuestra arrogancia.
6/11/08
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