Donde tú ves un terreno baldío y sin valor, yo veo un paisaje rico en mil colores.
La tierra que pisas o el aire que alimenta tus pulmones, son únicos e irrepetibles como un momento grabado en la inmensidad del tiempo.
Salgo a pasear reflexionando sobre aquello que me preocupa, mientras camino empiezo a notar la suavidad de los aromas del campo que me transportan a lugares olvidados de mi memoria. Camino despacio, observando los pájaros que se cruzan en el aire y entonan cantos, indiferentes a toda nuestra prisa.
El cielo esta despejado apenas se ven nubes, excepto una raya blanca que dibuja un avión como un tiralíneas, sigo en mis pensamientos resolviendo una y mil dudas que no hagan sino enturbiar el momento místico de olvidarme por un momento de todo.
La soledad buscada, en este momento de pausa mientras decido hacia donde dirijo mis pasos es fruto de la necesidad constante de encontrarme a mi mismo, ¿de donde vengo a donde voy?
Por un momento me tropiezo con otro ser humano, en medio de ninguna parte somos cómplices de la soledad buscada, le saludo cortésmente como buen paisano, pero no detengo mis pasos, el apenas ha movido los labios solo educadamente me ha contestado.
Sigo caminando, imaginando cual será su historia, y trato de recordar su cara pero apenas le he mirado.
Me pregunto si aquel hombre mayor de pasos cortos y decididos fue alguna vez como yo, o si acaso me cruce con mi propio futuro, quien sabe lo que el tiempo nos tendrá escondido.
Pedrulo Maturulo.
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