He tenido una pesadilla terrible, empapado en sudor me desperté en medio de la noche, pensando que cualquiera podía llegar a ser ministro.
Oiga que hace falta un poco de dedicación, años de adoctrinamiento y una fe ciega en la causa. Lo demás viene todo rodado, y es que el ministerio, no el de la Iglesia sino el terrenal, es cada vez de menos calidad como los espermatozoides.
Hay ministras que se dedican a posar para Vogue y no se empachan insultando al adversario político. Es abrir la boca y equivocarse, ya se sabe que hablar en publico no es una cuestión baladí, pero tampoco lo debiera ser convertirse en ministra ¿no?.
Y ahora toca, como decía el del bigote, hacer balance de los despropósitos de la Sra ministra, o mas bien de sus aciertos, por que no da una.
He pensado regalarla un tren eléctrico o quizás un avión tele dirigido, por aquello de familiarizarse con su trabajo. Pero no se mosquee señora que a cualquiera se le cae un avión o se le hunde un barco, lo malo es que el ministerio sea una casa de citas y se escape la información a todos los medios, con la consabida ignorancia de quien los dirige.
Menudo cabreo pillo en el congreso, casi parecía una taberna del lejano Oeste y usted lanzando un duelo al amanecer.
No peque de resabiada y sea un poquito mas humilde, que la ira no conduce a nada bueno y recuerde que antes de equivocarse hay que pensar lo que se dice...
Pedrulo Maturulo.
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