Es un personaje público.
Tiene dos hijas.
Ascendió dentro de su empresa por un azar del destino.
Se le atribuye el adjetivo gafe.
Con él sus clientes han ido perdiendo poder adquisitivo.
Cogió la cuenta de resultados con superávit y ahora es déficit.
Es un optimista enfermizo, de esos de los que no ven las nubes negras y luego se lamentan de no llevar paraguas.
Tiene una coletilla muy recurrente que es echarle la culpa al anterior inquilino.
Suele mentar mucho a su abuelo, no se si por que lo perdió en la guerra o para recordárselo al personal a diario.
Le gusta la cocina casera de esa que guisa mama en el sótano de la empresa.
Suele decir donde dije digo ahora digo diego.
La culpa nunca es de él.
Los socios de su empresa empiezan a inquietarse con su tendencia al discurso fácil.
Quien le ha tratado, le atribuye poderes chamanicos, vendería piedras en el desierto.
No le gustan los crucifijos ni los religiosos, aunque lleva a sus hijas a colegio de monjas.
Es un progre, de esos con camiseta del “che” aunque viva en un barrio pijo.
Para él perejil es un condimento.
Nos prometió la Champions league y estamos todos buscando curro.
Si no lo has adivinado, te daré hasta las próximas elecciones generales.
Os dejo una mención a la isla de Perejil, que esta muy bien.
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