Yo me crié en un barrio de una gran ciudad, de esas en las que nadie quiere vivir.
Recuerdo que cuando era un crió solía bajar a la calle a jugar con los amigos. Pronto me toco aprender que fuera de mi casa estaba solo y la ley que imperaba a pie de asfalto no era justa ni tenia por que gustarte.
En el barrio los gallitos llevaban la voz cantante y si te equivocabas una coma te daban hasta en el cielo la boca.
Solíamos jugar al fútbol en medio de la calle y recuerdo que pasaba un coche cada media hora, te apartabas un poco y seguías jugando (cuesta imaginar ahora poder jugar en medio de la calle al fútbol), no teníamos campos de césped ni porterías y recuerdo que lo mas parecido a un campo de fútbol era un campo de tierra con dos porterías de hierro oxidadas al lado del rió.
Nuestro barrio estaba rodeado por otros mucho mas “chungos” y eso suponía que de vez en cuando nos visitasen los vecino a robarnos los cromos las pulseras, relojes o partirte la cara para sentirse mas realizados.
De crió aprendí que los puños te daban independencia y seguridad. Y todo eso de hablar y negociar esta muy bien, pero te parten la cara cuando tienes 10 años y eso no se te olvida nunca.
La calle te enseña que puedes o te pueden. En el colegio me toco una clase de “angelitos” todos repetidores y que su único objetivo era salirse del colegio cuanto antes para quien sabe que cosas… Por lo que no me quedo mas remedio que ganarme las lealtades a puñetazos y cobrar lo mío.
Cundo no apetecía jugar al fútbol solíamos entrar en casas “abandonadas” actividad esta muy peligrosa que y nos dio algun que otro susto. También me gustaba encender hogueras, pero tenía el inconveniente de que mi madre posee un olfato de can y nada mas entrar en casa ya tenia la zapatilla encima de mi cabeza.
Pedrulo maturulo continuara…
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