No por accidente cayó en mis manos el libro 1984 (George Orwell) ya tenía yo ganas de leer este manual en contra de los regimenes totalitarios, y es que en estos tiempos es de muy oportuna lectura.
Vivimos en una democracia a medias, en la que se nos trata de imponer una serie de valores por real decreto. A nadie se les escapa el como y el por que de “Educación para la ciudadanía”.
Educar a los niños en el respeto a los valores constitucionales, si por supuesto, pero llenar su cabeza con ideas que adoctrinen al menor, a favor del que gobierne nuestro país es una locura totalitaria.
Hablaba Orwell en su novela de la policía del pensamiento, y es que cada vez es más difícil luchar con lo políticamente correcto.
Los políticos no quieren que tengamos una opinión formada, muy al contrario, ellos anhelan un electorado fanático e incapaz de distinguir la propaganda de los hechos probados.
Durante el pasado siglo XX se intentó manipular, someter, adoctrinar, al pueblo con ideas revolucionarias, tomando la excusa de hallar igualdad y libertad, pero se demostró que los totalitarismos no conducían más que al exceso en contra del ciudadano como individuo.
El ser humano es por definición libre, nadie puede intentar socavar nuestra libertad personal, siendo en esto, la objeción de conciencia un pilar fundamental.
Tenemos muchos ejemplos de cómo los regimenes que aun perduran en el mundo, han educado a sus ciudadanos en el sometimiento al régimen, desterrando la idea de poder expresarse libremente. El caso de Cuba o Corea del norte es un ejemplo palpable de cómo el socialismo ha vulnerado los derechos fundamentales de sus paisanos, para dirigirlos en beneficio del partido, única entidad reconocida por el estado.
Salvando las distancias, nos enfrentamos a un modelo que elimina a los padres en la formación social, colocando en su lugar al “papa” estado, ni la religión, ni las tradiciones, son respetadas por un sistema que rompe el sistema de valores de la familia y los sustituye por normas y leyes.
Pero, y si vivimos en un mundo cambiante y altamente influenciable, quien puede decirnos que lo que hoy es “ilegal” mañana no se convierta en uno de esos valores, ese es el peligro de una sociedad vacía de contenido, moralmente inútil, avocada sin duda a su propia decadencia.
Por eso lanzo aquí mi testigo, libre sin censura para tratar de hacer de altavoz a aquellos que ven pisoteados sus derechos constitucionales.
No es esta una lucha cualquiera, nos jugamos el futuro de la sociedad que construirán nuestros hijos y espero que no sea un régimen como el que George Orwell nos relata en su libro.