En el ocaso del dia, cuando ya había perdido la esperanza, apareciste tú con tu carita dorada. Nunca soñé encontrarte en aquella ciudad lejana.
Tus ojos color ámbar me embrujaron llevándome a la locura de soñar contigo al alba.
No fui ya dueño de mi pensamiento un esclavo, acaso de tus deseos.
Tus manos son mi anhelo y tus labios mi cárcel de terciopelo.
Sueño tenerte ahora y tengo miedo al futuro al que miro con recelo.
Tú me das cada mañana una tempestad en calma, tú eres el consuelo de mi alma.
Llenas mi vida de alegría y me cuidas como a esa flor, con cariño dándome tu amor.
¿Que le puedo pedir a la vida? que detenga el reloj incierto de los años que no he vivido contigo o que nos de un respiro para amarte como si fuera un niño.
PEDRULO MATURULO
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